La verdadera magia de los Reyes Magos no está en los juguetes que dejan, sino en su presencia; el hecho de que un niño reciba un regalo, lleva implícito para él que su comportamiento ameritó la visita de unos gentiles extraños, que bondadosamente premian su educación y disciplina. La inocencia no ve la marca u ostentación del regalo, simplemente ve que su buen comportamiento deja beneficios.
Por desgracia, cuando se es adulto se rompe con esa inocencia y se pierde la perspectiva de las cosas. Tal como nos lo explica Antoine de Saint “… Si le decimos a una persona mayor: ‘Vi una casa preciosa de ladrillo rosa, con geranios en las ventanas y palomas en el tejado’, jamás llegarán a imaginarse cómo es esa casa. Es preciso decirles: ‘Vi una casa que cuesta cien mil pesos’. Entonces exclaman entusiasmados: ‘¡Oh, qué preciosa es!’…”
Si coincidimos en que lo principal de la vida es la felicidad, entonces sigamos el consejo de grandes personajes y tratemos de volver a ser niños.
Espero que sus propósitos de Año Nuevo estén más basados en la Superación del Ser, que en la del tener.
Nuevamente les agradezco su preferencia y sigan cultivándose.